Todos somos mentirosos y detectores de mentiras al mismo tiempo, y este deporte va de lo trivial a lo asombroso y de lo personal a lo público. En este preciso instante, alguien en algún lugar estará diciendo aunque no sea verdad que tiene ¨programa para esta noche¨. Y alguien estará descubriendo que su esposo o esposa ocultó metódicamente un ¨affaire¨ extramatrimonial. Las mentiras están en todos lados.
Desde ya que a veces la deshonestidad es la mejor política a seguir. Mentir, a pesar del mal que puede causar, es parte indispensable de nuestra vida para que todo siga andando sobre ruedas.
¨Todo el mundo miente. Todos los días, a todas las horas. Estando despiertos. Estando dormidos. En sus sueños. Durante momentos alegres. En sus lamentos¨, escribió Mark Twain allá por 1882 en el ensayo titulado Sobre la decadencia del arte de mentir.
Mentir es una práctica necesaria, involuntaria, casi, que evita que el tejido de la sociedad se deshaga.
¨¿Cómo estás?¨, nos pregunta un compañero o compañera de trabajo. ¨Bien, gracias¨, contestamos, cuando en realidad no lo estamos. De todos modos, si respondiéramos en serio convertiríamos una cortesía en un episodio socialmente irritante.
Pensemos en la conversación promedio de 10 minutos entre dos conocidos. En ese lapso, todo el mundo pronuncia dos o tres mentiras. Y no es cinismo. La costumbre está arraigada entre nosotros, desde temprana edad, cuando nos vemos atrapados entre recomendaciones totalmente encontradas, como ¨la sinceridad es la mejor política¨ y ¨al margen de lo que pienses, no dejes de decirle a la tía Ana que el regalo que te hizo te gustó¨.
¨Les decimos permanentemente a los chicos que hay que decir la verdad, pero al mismo tiempo les transmitimos el mensaje de que está bien mentir¨, opina Robert Feldman, decano asociado en la facultad de Ciencias Sociales y de la Conducta de Massachussets, EE.UU.
Para el psicólogo norteamericano Paul Ekman, los seres humanos nos mentimos por siete razones: para evitar el castigo, para lograr una recompensa, para proteger a otros, para escapar a una situación social comprometedora, para fortalecer nuestro ego, para controlar información y hasta para cumplir con nuestro trabajo.
Muchas razones para mentir. Pero, ¿ cómo eliminar el engaño para llegar al fondo de la verdad? Con entrenamiento.
Ekman escribió en 1985 el libro Diciendo mentiras, que es un hito en la materia. Allí puso a prueba la capacidad para detectar mentiras de más de 12.000 personas y descubrió que el promedio de la gente identifica una mentira el 54 por ciento de las veces.
De todos modos, salir impune de una mentira parece cada vez menos sencillo hoy en día. Los e-mails se pueden rastrear y existen filmaciones hechas por celulares y redes de cable ávidas de detectar hipocresía y chismes. Pero también al mismo tiempo ¨uno puede entrar en una sala de chat y ser la persona que desee, inventarse una nueva identidad¨, verifica Feldman.
Dan Zak, columnista de The Washington Post.
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